¿Por qué es importante el Combate del 2 de Mayo?
Para responder la pregunta de por qué es importante el Combate del 2 de mayo, tendríamos que remontarnos a lo ocurrido en el año de 1866. Sin duda, una fecha gloriosa para el Perú, de honor nacional y de afianzamiento y consolidación de nuestra soberanía. Y es que en ese día la escuadra española fue completamente derrotada, alejándose para siempre toda sombra de un intento colonial que ya no tenía razón ser.
¿Por qué es importante el Combate del 2 de mayo?
Este enfrentamiento, llamado también en España como la Guerra del Pacífico, ocurrió durante la Guerra Hispano-Sudamericana, en las costas del puerto del Callao en Lima. La flota de la Armada Española estuvo bajo el mando del almirante Casto Méndez Núñez y la defensa del Callao bajo el mando del Presidente de la República del Perú, Mariano Ignacio Prado.
Previamente, España en agosto de 1862, tras un intento de recuperar sus colonias perdidas en América, envió la llamada Expedición Científica a las costas del Nuevo Mundo, el cual tenía el pretexto de realizar estudios de biología y geografía marina, aunque la verdad era que traía instrucciones secretas de apoyar los reclamos de los súbditos españoles contra los gobiernos americanos, en especial el Perú.
En un comienzo, lo integraban cuatro poderosos barcos, y después se sumaron cuatro más y era mandada por el almirante Luis Pinzón. Luego de bordear las costas del Atlántico Sudamericano, ingresaron al Pacífico Sur llegando al Callao en 1863, continuando su viaje hacia el norte.
Se produjo entonces, el incidente de Talambo, el cual precipitó los acontecimientos y dar pretexto a los españoles poder intervenir en los asuntos del país.
La Escuadra Española que habían regresado del norte y estando fondeados en el Callao, recibieron noticias que en Talambo habían sido asesinados unos colonos españoles. Cuando en realidad lo que ocurrió fue una riña entre los colonos y los peones de la hacienda.
Estos pretendían apresar a uno de ellos que había sostenido un altercado con el propietario, los ánimos se caldearon y en medio de los disparos que intercambiaron ambos grupos, resultaron muertos un español y un peruano quedando también varios heridos.
Es así que el 7 de febrero de 1866 ocurrió la acción de Abtao, donde la escuadra aliada (Perú, Bolivia y Chile) venció a la escuadra española, motivando que ésta en represalia bombardeara al puerto chileno indefenso de Valparaíso el 31 de marzo del mismo año, dirigiéndose luego al Callao con el mismo propósito.
Combate de toda una tarde
El 2 de mayo de 1866, a las 10 de la mañana la escuadra española, que se hallaba fondeada en la isla de San Lorenzo, levó anclas i dirigirse con dirección al Callao. El buque insignia, la “Numancia”, encabezaba la formación, sirviendo además de protección (por ser el único blindado) para los demás barcos.
A las 11:50 la «Numancia» comenzó el bombardeo, siguiéndola a continuación la «Blanca» y la «Resolución». Fue cuando en el tercer disparo del buque insignia español, los cañones de la Torre de La Merced respondieron al ataque.
Esto es debido a la actitud de José Gálvez Egúsquiza, ministro de la Guerra quien no permitió a los artilleros disparar hasta que no lo hicieran los españoles.
Al preguntarle el porqué, respondió: «Justifiquemos nuestra causa». En seguida todas las baterías de la zona sur abrieron fuego, mientras el ministro gritaba «Españoles aquí os devolvemos el tratado del 27 de enero».
Y más tarde, a la 1 de la tarde, una granada, muy probablemente disparada desde la «Blanca», cayó sobre los saquetes de pólvora de uno de los cañones de la Torre de La Merced.
Al reventar hizo saltar por los aires la torre, pereciendo 41 hombres, entre ellos el ministro José Gálvez, el ingeniero colombiano Cornelio Borda, el jefe de la torre, Coronel Enrique Montes, el Capitán de Artillería chileno Juan Salcedo y el Coronel Toribio Zavala, hermano de Juan de Zavala, ministro de Marina de España.
Después de varias horas, a las 17:50, cuando la escuadra ya estaba cercana a la isla de San Lorenzo, los tres cañones del fuerte Santa Rosa, que aún respondían al fuego español, efectuaron sus últimos disparos. Según el parte dado por Méndez Núñez estos se realizaron sin bala.
El último disparo lo efectuó el monitor peruano «Victoria«. A las 18:00 la Escuadra llegó al fondeadero.
A las cuatro y media de la tarde solo tres cañones contestaban a nuestro fuego de las tres fragatas más nutrido que nunca. La población destrozada y viendo que ya no había nada que hacer pues los enemigos se callaron, hicimos alto al fuego… soltó la batería enemiga (Santa Rosa) tres o cuatro tiros que fueron los últimos de la batalla, mas por arrogancia que por reto, y con esto quedó terminada la función… (Carta del teniente de navío de la fragata Numancia, José Emilio Pardo de Figueroa, 8 de mayo de 1866)
Los peruanos avivaban y seguían tirando con furia contra el resto del enemigo que era la «Numancia», «Blanca» y «Resolución», las que tuvieron cuidado de mantenerse a una respetuosa distancia porque el fuego era muy nutrido en las baterías.
Sin embargo, a las cinco de la tarde pasó la «Numancia» cerca de nosotros en retirada y le vimos grandes huracones por proa contándole nueve balazos… El monitor peruano (Victoria) fue el ultimo que tiró mientras que la escuadra española se retiraba… y mientras los peruanos avivaban desde tierra. (Carta del 1er maquinista del vapor Powhatan A. Dezegler 2 de mayo de 1866).
Conclusiones del Combate
Es así que ambos bandos se adjudicaron la victoria por lo que se dice que fue un combate indeciso. El Almirante Norteamericano Pearson que presenció el combate, escribió a Chile al ministro de su país Kilpatrick lo siguiente: “Se desplegó gran valor por parte de los peruanos y de los españoles. El combate ha sido glorioso para ambos, pero especialmente para los peruanos”.
En tanto, para los españoles se trató de una operación de castigo. Los españoles concentraron sus fuegos sobre el puerto, dejando la parte civil con pocos desperfectos, ya que Méndez Núñez pretendía un combate contra un puerto defendido después del bombardeo del indefenso puerto de Valparaíso. La flota española no perdió una sola de sus naves y, si bien sus daños fueron en algunos casos de consideración, no le impidieron realizar el viaje de regreso a España.
Por otro lado, los peruanos lamentaron la pérdida del Ministro de Guerra José Gálvez y los defensores de la Torre la Merced, aunque se cumplió el objetivo principal que era evitar la destrucción del Callao.
En una carta privada fechada en Lima el 3 de mayo de 1866 el norteamericano T.H. Nelson testigo presencial del combate escribía: “Los daños causados en el Callao son escasamente apreciables. Las baterías ocuparon tan continuamente a la escuadra [española] que no hubo tiempo para bombardear la ciudad”.
Por lo tanto, el 2 de mayo ha sido desde entonces una fecha clásica en el calendario peruano, y el provincia del Callao prepara un homenaje a todos aquellos quienes lucharon por nuestra libertad, entre los principales, el héroe y símbolo de la Independencia del Perú, José Gálvez Egúsquiza.
El “Otro” Combate 2 de Mayo desde el punto de vista de España
España no aceptó su derrota e hizo circular por toda Europa una versión muy distinta a la realidad quedando como victoriosos. Según el diario El Comercio pudimos conocer algunas de estas versiones:
Por: Rosa Garibaldi
Mariano Ignacio Prado (Huánuco, 1826-París, 1901), jefe supremo del Perú y presidente provisional, ingresó triunfalmente a Lima el 13 de mayo de 1866. Lo hizo en medio de ovaciones por la victoria en el Combate del 2 de Mayo. El hecho fue consignado en la edición del 1 de junio del diario “The New York Times”, en Estados Unidos.
Celebración continental
Los aliados del Perú celebraron la jornada del 2 de mayo como un gran triunfo. El canciller de Chile, Álvaro Covarrubias Ortúzar (Santiago, 1824-1899) transmitió al canciller Toribio Pacheco y Rivero (Arequipa, 1828-Lima, 1868) la gran alegría chilena por la victoria peruana en la guerra hispano-sudamericana.
La otra historia
A una semana del éxito peruano, el 9 de mayo, el comandante en jefe de la escuadra española Casto Méndez Núñez (1824-1869) dirigió al decano del cuerpo diplomático en Lima una misiva vanagloriándose de haber castigado con sus fuerzas navales al Gobierno Peruano con el “bombardeo del Callao”, y agregaba que “si el gobierno de la república ejecuta o tolera tropelías contra los súbditos españoles en ella residentes, las fuerzas navales de Su Majestad Católica vendrán otra vez a esta agua para vengarlas”.
Resistencia a la derrota
Estados Unidos recibió como propia la victoria peruana en el Callao. Así lo hizo saber Federico Barreda, ministro plenipotenciario del Perú en Washington D.C., al canciller Toribio Pacheco. Denunció, además, que los españoles presentaban como triunfo su derrota y anexó la Gaceta Oficial de “La Habana”, del 5 de junio que decía: “Habiendo la escuadra de Su Majestad Católica castigado el insulto hecho al pabellón español por las repúblicas de Chile y del Perú, que motivó el bombardeo de Valparaíso y el glorioso combate del Callao, ha sido retirada del Pacífico y el Gobierno Supremo ha concentrado las fuerzas en cierto lugar donde deberán encontrarse y en el que el almirante recibirá nuevas instrucciones”.
Campaña desinformativa
Agentes españoles lograron que la agencia telegráfica y de correspondencia “Havas Bullier” hiciera publicar, el 12 de junio, un despacho de similar contenido en un número considerable de diarios europeos de gran circulación. El diario “La Patrie“ proclamó “que la escuadra española victoriosa cesó el fuego al grito de “Viva la Reina”. Francisco de Rivero, ministro plenipotenciario del Perú en Francia y Gran Bretaña, desmintió oficialmente tal información y publicó una enérgica rectificación en la prensa europea.
Aparentes críticas hispanas
Pedro De Novo y Colson (1846-1931) fue un historiador, poeta y marino español, autor de “Historia de la Guerra de España en el Pacífico” (1882). Contemporáneo de los integrantes de la escuadra de su país, fue un agudo crítico de la actuación hispana en el Pacífico. Censuró que el almirante Pinzón, en agresión “injustificada y arbitraria”, se hubiera apoderado de las islas de Chincha, sin autorización de su gobierno, y calificó de “loco” al agente español Eusebio Salazar y Mazarredo. Sin embargo se pregunta: “¿Pero de quién fue la victoria?”
De Novo y Colson destaca la valentía de la marina española, en condiciones inferiores de combate. Dice que la escuadra española —compuesta de naves de madera a excepción de la blindada Numancia—, no contaba con un solo cañón de gran calibre para enfrentar a los doce cañones Armstrong, “de monstruoso y extraordinario alcance”, del Perú, que podían atravesar una nave blindada con planchas de 19 centímetros (la nave blindada Numancia tenía planchas de apenas 13 centímetros). Y, sin embargo, las bajas de la escuadra española fueron, según él, una décima parte de las peruanas.
Las justificaciones
Con excepción de la Numancia —sostiene ese autor— los españoles se batieron en pésimas condiciones: los muros de madera de las naves fueron traspasados por las balas sin dificultad. Las fuerzas del Perú quedaron reducidas a una décima parte de lo que fueron al comenzar el combate mientras las españolas continuaron con el mismo número de buques. Las fragatas españolas, después de cinco horas de fuego a cortísima distancia de los fuertes de tierra con sus poderosos cañones, pudieron darse a la vela ocho días después, todas unidas, para atravesar 3.000 leguas de océano.
Jactancia peruana
Según De Novo y Colson, el retiro de la escuadra española antes de apagar totalmente los fuegos enemigos permitió que en el Perú se jactasen por la victoria porque habían hecho retirar maltrechos a los buques. El autor justifica que los españoles no repitieran el ataque para confirmar su victoria.
Según él, había una gran razón: la escasez de municiones de la escuadra tras el combate. Pero, luego, él mismo se contradice y afirma que “aún cuando la escuadra hubiese dispuesto de suficientes municiones, un segundo combate habría revestido peligros tan grandes como el primero, agujereados sus cascos, hambrientas y desfallecidas sus tripulaciones, invadidas por el terrible escorbuto, sin víveres casi, sin pertrechos, disponíanse para atravesar 3.000 leguas de océano, navegación que por sí sola constituía una larga campaña”. Concluye que los peruanos no pudieron negar el valor desplegado por la escuadra española ni los españoles pudieron dejar de reconocer la bravura que mostraron los defensores del Callao.
Ridícula versión
En carta al canciller Toribio Pacheco, Federico Barreda hizo hincapié en que la circular del comandante español Méndez Núñez, que trató de convertir la batalla del 2 de mayo en triunfo español, solo sirvió para provocar la burla.
Para aumentar el ridículo de esa tragedia, la legación de España en Washington D.C. hizo publicar la noticia de que las naves de la escuadra española quedaron averiadas por una tormenta, “en un país donde todo el mundo sabe que no hay tempestades en las costas”.